El 31 de octubre de 1975, Queen lanzó Bohemian Rhapsody como adelanto de A Night at the Opera. Pese a las objeciones de EMI por su duración de casi seis minutos, la banda insistió en publicarla íntegra. Contra todo pronóstico, la canción se convirtió en uno de los mayores éxitos de la historia.

La crítica inicial fue hostil. Melody Maker la calificó como un “pastiche de estilos incongruentes” y Record Mirror la consideró carente de melodía. Freddie Mercury reconoció el riesgo: las disqueras exigían recortarla, pero él se negó. “O salía completa o no salía”, afirmó.

Durante medio siglo, su significado ha sido objeto de especulación. Mercury siempre sostuvo que era “solo una canción”, mientras que Brian May y Roger Taylor prefirieron mantener la ambigüedad. En una edición iraní de sus grandes éxitos, se incluyó una interpretación alegórica sobre un joven que mata a alguien y recupera su alma del diablo, aunque el contexto político y cultural del país sugiere que fue una versión censurada.

Distintos autores han ofrecido lecturas más personales. Gillian G. Gaar plantea que la letra refleja una confesión íntima sobre la identidad y la libertad de Mercury. Sheila Whiteley la asocia a su ruptura con Mary Austin. Jim Hutton, pareja del cantante, afirmó que trataba sobre la vida que Mercury no pudo vivir plenamente.

El escritor Guy Branum propone una lectura simbólica: el verso “I killed a man” representaría la muerte del “Freddie heterosexual”. En su interpretación, la canción es un acto de autoliberación disfrazado de ópera rock, una confesión emocional codificada por las limitaciones sociales de su tiempo.

Así, Bohemian Rhapsody trasciende la etiqueta de enigma musical para convertirse en una metáfora sobre la identidad, la aceptación y la libertad creativa. Su ambigüedad es precisamente lo que la mantiene viva medio siglo después.

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