La guerra civil de Birmania ha transformado al país en un epicentro del crimen global. Atrapado en un conflicto prolongado tras el golpe militar de 2021, el país se ha convertido en un santuario para traficantes de drogas, armas y personas, cazadores furtivos y mafias transnacionales.

Producción de opio y drogas sintéticas
Birmania es nuevamente el mayor productor mundial de opio, con campos de amapolas floreciendo incluso en áreas urbanas. Las drogas sintéticas, como metanfetaminas y ketamina, producidas en laboratorios ocultos en la jungla, inundan mercados globales. Los precios bajos y la amplia disponibilidad están alimentando adicciones en regiones tan distantes como Australia y Europa.

Minería destructiva y tráfico ilegal
El país también domina la extracción de tierras raras, jade y rubíes, impulsada por operaciones ilegales que devastan el medio ambiente. Estas actividades financian tanto a la junta militar como a las fuerzas rebeldes, que dependen de estos ingresos para sostener sus guerras.

Ciberdelincuencia y fraude internacional
Enclaves fronterizos han proliferado como centros de estafas en línea y apuestas ilegales. Redes criminales secuestran o engañan a personas para trabajar en estas fábricas de ciberdelincuencia, que han causado pérdidas millonarias a víctimas en todo el mundo.

Impacto global
La criminalidad en Birmania exporta miseria y corrupción mientras destruye las vidas de sus 55 millones de habitantes. El vacío de poder generado por la guerra es un terreno fértil para el crimen organizado, con efectos devastadores tanto dentro como fuera de sus fronteras.

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