En la tercera y última clase de historia sobre Benito Juárez García (1806-1872), el presidente Andrés Manuel López Obrador resaltó que el Benemérito de las Américas defendió la dignidad, autodeterminación y soberanía de la República a partir de su actuación honesta, austera, patriota y perseverante, principios que recomendó a los jóvenes fortalecer y dirigir a la defensa de causas justas.

“Si hay que optar —y esto es para los jóvenes— entre eficacia política y principios, no lo duden, hay que decidirse por los principios. Si hay que optar entre el derecho y la justicia, no lo duden, la justicia”, subrayó.

En conferencia de prensa matutina en Michoacán rescató las palabras del presidente Juárez: «Sin los principios, los hombres no son nada» y dijo que ahora “Sin los principios, las mujeres y los hombres no somos nada”.

Con base en su más reciente libro ¡Gracias!, el mandatario relató que cuando los liberales triunfaron en la Guerra de Reforma, un grupo de reaccionarios de México, incapaces de ganar por la vía electoral o por la fuerza de las armas, apelaron al monarca francés Napoleón III y le ofrecieron el trono de México al príncipe austrohúngaro, Maximiliano de Habsburgo.

De esta manera, dijo, el territorio nacional fue invadido por cerca de 30 mil soldados franceses del ejército más poderoso del mundo en ese tiempo.

“«Ese enorme agravio hizo resurgir el más puro y leal heroísmo del pueblo de México», porque así se ha ido forjando nuestra historia”, mencionó.

Durante la lectura destacó célebres expresiones del general Ignacio Zaragoza, antes y después de la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862.

«Tenemos ante nosotros al mejor ejército del mundo, pero vamos a triunfar porque ustedes son los mejores hijos de la patria» y «Las armas nacionales se han cubierto de gloria», esta última contenida en el telegrama que Ignacio Zaragoza envió al ministro de guerra del presidente Juárez para informar los resultados de la batalla.

Esta y otras luchas, dijo el presidente López Obrador, permitieron a Juárez ganar tiempo y preparar la retirada al norte, cuyo objetivo era mantener la dignidad de la República.

En 1863, Juárez partió en un sencillo carruaje, acompañado por integrantes de su gabinete y un reducido equipo de gobierno, resguardado por 50 soldados, así como su esposa Margarita, quien estaba embarazada, hacia un peregrinar por Dolores Hidalgo, Guanajuato, San Luis Potosí, Monterrey, Saltillo, Santa Rosa —hoy Gómez Palacio, Durango— la capital de Chihuahua y Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez.

«La carga más valiosa de esa pequeña caravana era intangible: era la dignidad nacional. Fue la dignidad la que convirtió la huida en resistencia, la debilidad material en fortaleza moral y la inferioridad en medios militares en la superioridad de la razón. Fue la dignidad la que convirtió en un ejemplo mundial la lucha del pueblo de México por su territorio, por sus instituciones republicanas, por su autodeterminación y por su soberanía», narra el presidente en su libro.

Juárez escribió en una carta a Maximiliano de Habsburgo lo siguiente:

«Es dado al hombre, Señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen, y de los vicios propios una virtud. Pero hay una cosa —le decía el presidente a Maximiliano—, hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará».

El Imperio, cuenta el presidente López Obrador, «terminó por derrumbarse debido a diversos factores internos y externos. El más importante de ellos fue el tesón del gobierno juarista y la resistencia de la población mexicana en el terreno de las batallas».

Así como se luchó en cada región por defender a la patria, sostuvo, fue fundamental que en el continente americano el panorama previo a la invasión francesa también había cambiado.

En abril de 1865, el gobierno del presidente Abraham Lincoln logró la derrota definitiva de los esclavistas sureños y con ello ganó la guerra civil en la que Estados Unidos había estado sumido durante cuatro años.

“No podíamos pasar por alto que, aun en plena Guerra de Secesión, Lincoln apoyó al gobierno de Benito Juárez en su lucha contra los invasores franceses, dio refugio y protección a su familia y negó —Abraham Lincoln, negó el reconocimiento, el gobierno de Estados Unidos— negó el reconocimiento al régimen imperial de Maximiliano”, abundó.

Al retroceder 18 años aproximadamente, en 1847, Lincoln era diputado y condenó la invasión de Estados Unidos a México y su despojo. En ese sentido, criticó al entonces presidente James Polk de haber emprendido con el apoyo de la Cámara de Representantes una agresión injusta al país basada en mentiras.

El representante entonces de Illinois sufrió graves consecuencias políticas por su actuación, rectitud y honestidad. Polk y sus partidarios lo acusaron de colaborar con un enemigo, México. Lincoln perdió la elección al Senado y su partido, el Republicano, se quedó sin la mayoría en la Cámara de Representantes.

Al pasar de los años, Abraham Lincoln se convirtió en presidente de Estados Unidos y, desde el inicio de su mandato, recibió en su residencia al embajador mexicano, Matías Romero, con quien acabaría forjando una cercana amistad, anotó.

«El presidente Juárez y el presidente Lincoln, gigantes de la historia, abrazaron causas simultáneas y semejantes por la integridad de sus respectivos países, por la defensa de la legalidad y la justicia y por la dignidad de los seres humanos. Siendo ambos partidarios de la paz, tuvieron que escoger la guerra como el mal menor, ambos enfrentaron situaciones críticas entrelazadas y las superaron con la fuerza enorme del apego a los principios».

El titular del Ejecutivo federal adelantó que el próximo lunes 11 de marzo hablará sobre la vida y obra de Ricardo Flores Magón, periodista mexicano y precursor de la Revolución Mexicana.

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