El depuesto presidente sirio Bashar Assad huyó a Moscú y recibió asilo de su viejo aliado, informó la prensa rusa el domingo, horas después de un sorprendente avance rebelde que tomó la capital, Damasco, y puso fin a los 50 años de férreo gobierno de la familia Assad.
Miles de personas salieron a las calles del país, donde realizaron disparos al aire y ondearon la bandera revolucionaria en escenas que recordaban los primeros días de la Primavera Árabe, antes de una brutal represión y el surgimiento de una insurgencia que sumió al país en una guerra civil de casi 14 años.
Los súbitos eventos han planteado preguntas sobre el futuro del país y la región en general.
“Nuestra postura ha alterado el equilibrio de poder en Oriente Medio”, dijo el presidente estadounidense Joe Biden, atribuyendo los actos de Washington y sus aliados en el debilitamiento de quiens respalaron a Siria: Rusia, Irán y Hezbollah. Indicó que la caída de Assad fue “un acto de justicia fundamental”, pero también “un momento de riesgo e incertidumbre”, y añadió que los grupos rebeldes “dicen todo lo correcto en estos momentos”, pero que Estados Unidos evaluaría sus acciones.
Rusia ha solicitado una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir la situación en Siria, publicó en Telegram Dmitry Polyansky, primer representante permanente adjunto de Rusia ante la ONU.