El mercado del vino en Estados Unidos llega a Acción de Gracias con precios más altos, menor disponibilidad y una demanda en descenso. Los vinos embotellados acumulan un alza cercana al 20 % en 25 años y 8 % en la última década, impulsada por clima, inflación y costos de producción. A ello se suma el efecto de los aranceles impuestos por la administración Trump, incluido un 15 % a las importaciones de la Unión Europea.

En tiendas como McCabes Wine & Spirits, en Manhattan, los precios subieron entre 5 % y 12 %. Su propietario, Daniel Mesznik, atribuye el ajuste al encarecimiento del transporte, la manufactura y la mano de obra. Intenta suavizar el impacto en el consumidor, pero reconoce que la presión es estructural.

Los importadores enfrentan un escenario más severo. Elenteny Imports reporta ventas 13 % menores año contra año y volúmenes acumulados 30 % más bajos en 2025. El consumo nacional cayó 3 % entre 2019 y 2024 y se espera otro 4 % a 2029, según IWSR. El vino pierde terreno frente a licores y bebidas listas para tomar, más baratas y de mayor conveniencia.

El giro del consumidor se refleja en las tiendas. Mesznik desplazó parte del protagonismo del vino hacia el tequila, exento de aranceles bajo el acuerdo comercial de 2018. Amplió en 40 % la oferta de marcas y las colocó al frente del local. El vino pasó de representar 70 % de sus ventas anuales a 65 %.

La contracción en pedidos internacionales anticipa una oferta más limitada. Datos de Elenteny muestran caídas del 50 % en importaciones desde Francia y 66 % desde Italia. Según el economista del vino Mike Veseth, minoristas y restaurantes están simplificando catálogos ante la baja de demanda, lo que obligará al consumidor a buscar más para encontrar etiquetas específicas. La incertidumbre aumenta con la decisión pendiente de la Corte Suprema sobre la legalidad de los aranceles, que frena inversiones y define la estrategia de precios.

Los vinos de precio medio entre 40 y 50 dólares concentran la presión: ventas débiles, márgenes reducibles y sensibilidad extrema a los aranceles. En contraste, los vinos más económicos y los de alta gama muestran resiliencia, reflejando una economía en forma de K.

Frente a la volatilidad, McCabes ajusta su estrategia de compras: menos mayoristas, más volumen por etiqueta cuando hay descuentos. Mesznik ejemplifica con un Pinot Noir argentino que antes compraba por cajas sueltas y ahora pide en lotes de cinco o diez.

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