NYT / Después de que Manish Lachwani fundó en Silicon Valley la empresa emergente de software HeadSpin en 2015, infló sus cifras de ingresos casi al cuádruple y citó falsamente entre sus clientes a compañías como Apple y American Express. Además, registró utilidades cuando en realidad había pérdidas, invirtió el efectivo de HeadSpin en operaciones riesgosas con acciones tecnológicas y falsificó facturas para encubrir sus acciones.

Lo que es especialmente sorprendente es la facilidad con que Lachwani, que ahora tiene 48 años, consiguió hacer todo eso.

Aunque HeadSpin había recabado 117 millones de dólares de inversionistas tecnológicos reconocidos como GV, la división de capital riesgo de la controladora de Google, Alphabet, y de Iconiq Capital, una de las gestoras de los miles de millones de dólares de Mark Zuckerberg, no tenía un director financiero ni un departamento de recursos humanos; además, nunca se le hizo una auditoría.

Lachwani aprovechó esa falta de supervisión para pintar un panorama más positivo del crecimiento de HeadSpin. A pesar de que sus principales inversionistas sabían que las finanzas de esta empresa emergente no eran precisas, según los abogados de Lachwani, no dudaron en invertir en ella hasta llevar la valuación de HeadSpin a 1100 millones de dólares en 2020. Cada vez que los inversionistas presionaron a Lachwani para que designara a un director financiero y compartiera más información sobre las finanzas de la empresa, sencillamente los ignoró.

Esta información, que salió a la luz este mes, aparece en documentos legales presentados ante el tribunal federal de distrito del Distrito Norte de California. Lachwani se declaró culpable de tres cargos de fraude en abril y se espera que se le dicte sentencia el mes entrante, con una sanción máxima de 20 años de cárcel por cada cargo.

La falta de controles en HeadSpin ilustra un patrón cada vez más evidente en las empresas emergentes de Silicon Valley que se han visto en dificultades. En la década pasada, los inversionistas en empresas emergentes tecnológicas estaban tan interesados en respaldar a empresas de moda que muchos de ellos, con tal de tener promesas de crecimiento rápido y disrupción, incluso ignoraron conductas descabelladas y renunciaron a controles clave como un lugar en el consejo. Por desgracia, cuando los fundadores aplicaban al extremo el lema de “finge mientras lo logras”, en muchos casos sus inversionistas no sabían nada o no podían hacer nada.

Lachwani lanzó HeadSpin en 2015 en Palo Alto, California, después de venderle a Google su empresa anterior, Appurify. Las compañías aprovechan la tecnología de HeadSpin para probar y monitorear sus aplicaciones en distintas geografías y en distintos dispositivos. La empresa emergente pronto logró atraer inversiones de organizaciones como SV Angel, Felicis y GV.

No tardaron en dispararse las señales de alarma. En general, los estados financieros de HeadSpin se presentaban con meses de demora, si acaso se presentaban, según señalaron los inversionistas en declaraciones legales. El departamento de finanzas de la empresa estaba integrado por un contador externo que por lo regular trabajaba desde casa y utilizaba QuickBooks, un sistema básico diseñado para pequeñas empresas. HeadSpin no tenía departamento de recursos humanos ni un organigrama y nunca se le hizo una auditoría.

Alrededor de 2015, Lachwani identificó una oportunidad para sacarles provecho a las reservas en efectivo de HeadSpin. “Es de lo más triste ver que el dinero produzca intereses muy bajos”, escribió ese año en un correo electrónico dirigido a Karim Faris, inversionista de GV y consejero de HeadSpin.

Faris le aconsejó a Lachwani mantener el efectivo en “instrumentos muy conservadores y con gran liquidez”. Pero en los años siguientes, Lachwani utilizó el efectivo de HeadSpin para comprar acciones y opciones en empresas tecnológicas como Snap, Roku y Tesla, según muestran algunos estados de cuenta bancarios presentados como parte del caso. En cierto momento, le envió a Faris un estado de cuenta que mostraba que el dinero estaba en efectivo y equivalentes de efectivo, según la declaración de Faris.

Un portavoz de GV se negó a hacer comentarios.

En 2017, Lachwani exageró los ingresos de HeadSpin en sus informes a los inversionistas incluyendo ingresos de contratos de clientes que todavía no se concretaban e incluso uno que se había cancelado, indicó en su convenio de declaración de culpabilidad.

Los inversionistas de HeadSpin intentaron, sin éxito, ejercer influencia. Faris y Nikesh Arora, presidente de HeadSpin, prepararon cada uno una lista de candidatos para cubrir el cargo de director financiero, según sus declaraciones. Iconiq presionó a Lachwani para que añadiera más controles, según consta en las declaraciones de una presentación incluida en un documento entregado a tribunales.

Lachwani opuso resistencia a las exigencias de Iconiq, lo que generó “un distanciamiento entre ellos” e hizo que el fundador decidiera devolverle a Iconiq su inversión, según se dice en la presentación. Lachwani nunca contrató a un director financiero.

Iconiq y Arora no respondieron a nuestras solicitudes de comentarios.

En 2019, Lachwani obtuvo 2,5 millones de dólares por la venta de sus acciones en HeadSpin a un inversionista.

Los inversionistas le entregaron más dinero a HeadSpin en 2020 y así su valuación llegó a 1100 millones de dólares. Para entonces, el ejecutivo tecnológico Stefanos Loukakos se había convertido en vicepresidente sénior de la empresa y descubrió el patrón de afirmaciones falsas de Lachwani.

El consejo de HeadSpin inició una investigación. Lachwani se retiró en mayo de 2020 y convino en devolver 1,9 millones de los 2,5 millones de dólares por los que había vendido sus acciones. La empresa reestructuró sus finanzas y les devolvió dinero a los inversionistas que quisieron abandonarla.

HeadSpin todavía está en operaciones. En marzo, anunció un nuevo financiamiento de Atlassian Ventures, pero no especificó la cantidad. Un contador externo calculó que la valuación de la empresa es de 302 millones de dólares, más de un 70 por ciento por debajo de la valuación dada en 2020.

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