Como cada año, activistas, políticos y líderes empresariales se reúnen en Nueva York en la Semana del Clima para abordar la crisis climática y de energía en el planeta. Este año ecologistas asistentes denunciaron las masivas luces de la “ciudad que nunca duerme”.

Las intensas luces que dan a Nueva York su icónico brillo han sido durante mucho tiempo una fuente de frustración para los activistas, algo que contradice el espíritu de conservación que representa la cumbre anual, que se lleva a cabo al margen de la Asamblea General de la ONU.

Según cifras del Departamento de Energía estadounidense, la iluminación exterior en Estados Unidos consume anualmente suficiente energía para alimentar 35 millones de hogares. En un momento dado, solo el 1 por ciento de la luz artificial llega a los ojos humanos, afirma la dependencia.

Las estimaciones de energía de toda la ciudad son difíciles de conseguir, pero las imágenes satelitales dejan claro que Nueva York se encuentra entre los peores infractores de Estados Unidos, que como país derrocha mucho más que Europa, detallan los estudios citados en la Semana del Clima.

Según Hartley, la reducción de la contaminación lumínica debería formar parte de los debates de la Semana del Clima de Nueva York, que celebra su 15va edición, y en la cual se tratarán temas como la financiación de la lucha contra el cambio climático, la reducción de la huella de carbono de los sistemas alimentarios o el papel del arte en el activismo.

A escala mundial, el IDA estima que la iluminación exterior que se escapa al espacio es responsable del 1 por ciento de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero.

Aves y salud afectadas
Pero no se trata sólo de un problema energético, pues la ciudad de Nueva York se encuentra en una vía migratoria de aves conocida como la ruta de vuelo del Atlántico, por la que cada año pasan millones de pájaros, explicó Dustin Partridge, director de conservación y ciencia de la organización Audubon de Nueva York.

La luz artificial atrae a las aves a la ciudad. Durante el día, chocan contra los edificios porque ven los reflejos de una atractiva vegetación en la jungla de vidrio y cemento, mientras que por la noche vuelan hacia las ventanas iluminadas.

Otra investigación ha descubierto impactos potenciales en la salud humana, como el aumento de la incidencia de ciertos tipos de cáncer, que podría estar relacionado con la alteración de los ritmos circadianos. La luz artificial también trae más mosquitos y las enfermedades asociadas.

Nueva York aprobó en 2021 una legislación que obligaba a todos los edificios de propiedad municipal a apagar las luces no esenciales de 23:00 a 06:00 horas durante la migración de primavera y otoño.

Sin embargo, lo anterior solo representa una pequeña fracción de todos las construcciones, y sigue pendiente un proyecto de ley presentado en mayo que extendería reglas similares a los edificios industriales y de propiedad privada.

Los críticos argumentan que el horizonte nocturno de Nueva York es una parte esencial de la identidad de la ciudad: un lugar lleno de energía donde la gente va a soñar y lograr grandes cosas.

Al respecto, los activistas ponen como ejemplo ciudades europeas que han comenzado a bajar el interruptor cuando la mayoría duerme, incluida París, la “Ciudad de la Luz”.

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