Parecía que el calor veraniego en Madrid había dado tregua, pero fue solo hasta que los primeros acordes de AC/DC encendieron el Riyadh Air Metropolitano. Más de 50 mil almas, vestidas en su mayoría de negro y armadas con diademas de diablo, convirtieron la noche del sábado en una ceremonia eléctrica que dejó claro que el tiempo no ha apagado el fuego de una de las bandas más legendarias del rock.
Después de ocho años sin girar y marcados por pérdidas tan significativas como la de Malcolm Young, miembro fundador, AC/DC regresó a los escenarios con su Power Up Tour, una gira que no es solo una sucesión de conciertos, sino una declaración de resistencia, memoria y vitalidad.
Brian Johnson, que estuvo alejado de los escenarios desde 2016 por problemas auditivos, volvió más fuerte que nunca. Y junto a él, un Angus Young incansable, enfundado en su clásico uniforme de colegial, no dejó de recorrer cada rincón del escenario con su guitarra Gibson SG, recordándonos que la energía del rock no envejece: solo muta, pero nunca muere.
El concierto arrancó puntual a las 21:30 horas con “If You Want Blood (You’ve Got It)”, seguida de “Back in Black”, ese himno que sirvió de renacimiento a la banda en 1980 tras la muerte de Bon Scott. La noche se convirtió en un viaje emocional que transitó por temas como “Demon Fire”, “Thunderstruck” y una impresionante versión de “Hells Bells”, acompañada por la icónica campana descendiendo del cielo, pintando de rojo el estadio y el alma de los asistentes.
Los músicos, lejos de aparentar fragilidad, mostraron una potencia arrolladora. Stevie Young, sobrino de Malcolm, cumplió con firmeza en la guitarra rítmica; Matt Laug dio fuerza desde la batería, y Chris Chaney —nuevo en el bajo— se acopló con naturalidad a la maquinaria sonora de AC/DC.
Con “Highway to Hell”, llegó uno de los momentos más emotivos de la noche. Angus, con diadema de cuernos sobre su melena blanca, encabezó un canto colectivo que erizó la piel del estadio. Y por si quedaban dudas de su entrega, duplicó su solo en “Let There Be Rock”, alcanzando los 20 minutos de pura devoción guitarrera.
La recta final, con “T.N.T.” y “For Those About to Rock (We Salute You)”, fue una descarga de fuegos, cañones y una certeza: AC/DC no necesita promesas para dejar huella, porque cada presentación es un acto de legado en sí misma.
El 16 de julio repetirán la hazaña en Madrid. Aún quedan unas 4,000 entradas. Pero tras lo vivido este sábado, el mensaje está claro: ver a AC/DC hoy no es solo asistir a un concierto; es ser testigo de una leyenda que, lejos de apagarse, sigue ardiendo con furia.