La de Hoy Querétaro — Un bebé nacido la semana pasada en Ohio se desarrolló a partir de un embrión que estuvo congelado durante más de 30 años, marcando lo que podría ser el mayor lapso documentado de almacenamiento antes de un nacimiento exitoso.

Lindsey y Tim Pierce, una pareja que luchaba contra la infertilidad, recurrieron a un proceso poco común conocido como adopción de embriones. Con ayuda de la clínica Rejoice Fertility en Tennessee y de la organización cristiana Snowflakes, lograron implantar uno de tres embriones que habían sido donados por Linda Archerd, una mujer que se sometió a fertilización in vitro en 1994.

El embrión que dio vida al bebé estuvo congelado durante 11,148 días —poco más de 30 años—, un récord que fue confirmado por el doctor John David Gordon, especialista en fertilidad que también estuvo detrás del récord anterior con embriones de 29 años.

“No entramos en esto pensando en récords; sólo queríamos tener un bebé”, dijo Lindsey Pierce en un comunicado.

La historia va más allá de la proeza médica. Para Linda Archerd, ahora de 62 años, donar sus embriones fue un acto de fe y responsabilidad. Tras divorciarse y no poder usarlos, sintió durante años la carga emocional de no saber qué hacer con ellos. Finalmente, encontró una salida en la adopción de embriones, un procedimiento promovido por organizaciones con valores cristianos que consideran que cada embrión merece una oportunidad de vida.

“Quería ser parte de la vida de este bebé. Y quería conocer a los padres adoptivos”, dijo Archerd, quien ya ha recibido fotos del recién nacido.

En Estados Unidos se estima que existen al menos 1.5 millones de embriones congelados, muchos de ellos en un limbo legal, médico y ético. Aunque apenas el 2% de los nacimientos en ese país se derivan de fertilización in vitro, la cantidad de embriones sobrantes sigue creciendo y plantea preguntas complejas sobre su destino.

La situación se complica aún más con decisiones judiciales como la de la Corte Suprema de Alabama, que en 2024 declaró que los embriones congelados deben ser considerados como niños ante la ley. El fallo ha obligado a los estados a improvisar protecciones legales para las clínicas, sin resolver el debate de fondo.

“¿Por qué están estos embriones en almacenamiento? ¿Por qué tenemos este problema?”, cuestionó el doctor Gordon.

La historia de los Pierce y Archerd ofrece una ventana emocional a un dilema moderno: el cruce entre la ciencia reproductiva, la fe y los derechos sobre la vida embrionaria. Más allá del récord, esta historia también revela el vacío legal, ético y humano que rodea al futuro de millones de embriones congelados en todo el mundo.

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