Las fresas sembradas en México dependen de patentes extranjeras. El Tec de Monterrey busca crear variedades propias a través de clonación

En los campos mexicanos se cultivan millones de fresas cada año, pero ninguna es mexicana. Todas vienen de Estados Unidos. Son variedades patentadas que se importan, se siembran y se venden aquí. México produce, pero no decide.

Eso empezó a cambiar desde un laboratorio compacto ubicado en Querétaro, donde científicos del Tecnológico de Monterrey clonan fresas con tecnología propia. No a través de semillas, sino por micropropagación: una técnica que permite multiplicar plantas a partir de una célula vegetal.

Con tantos centros de investigación, ¿cómo puede ser que aún no tengamos una sola variedad de fresa mexicana? Esto no es sólo un problema agrícola. Es un problema de soberanía tecnológica”.

Originario de India, Sharma es doctor en Bioingeniería y actual director del Departamento de Bioingeniería del Tecnológico de Monterrey, campus Querétaro.

Llegó a México hace más de una década con la convicción de aplicar la ciencia no sólo en artículos académicos, sino en soluciones concretas para el país que lo adoptó.

Habla con pasión, a veces con provocación, y siempre con un objetivo claro: cerrar la brecha entre la ciencia y el campo. Ha liderado investigaciones en clonación vegetal, biomoléculas para la salud y revalorización de residuos agroindustriales.

Lo que le entusiasma, dice, es que la tecnología llegue a quien la necesita.

A Sharma no le interesa clonar para copiar, sino para crear.

Desde un pequeño laboratorio ubicado dentro del campus, su equipo ha logrado multiplicar plantas sin tierra ni semillas. Lo hacen con micropropagación, una técnica biotecnológica que clona plantas a partir de tejidos microscópicos.

Cada célula, tratada bajo luz artificial y nutrientes precisos, se convierte en una réplica genéticamente idéntica, libre de virus, lista para sembrar.

Empezaron con 20 mil clones. Hoy llevan más de medio millón de plantas producidas, muchas de ellas sembradas en parcelas de prueba en Dolores Hidalgo, Guanajuato.

El objetivo no es únicamente replicar. Es desarrollar, desde México, variedades propias que resistan mejor los suelos, las plagas, los climas del país.

Cuando les dijeron que para avanzar necesitaban 5 millones de pesos para construir un centro nuevo, el equipo del Tec propuso otra cosa.

Compraron un remolque de obra. Lo reacondicionaron con luz artificial, sistemas de cultivo in vitro, paneles solares y su propio sistema de agua. Lo convirtieron en el primer laboratorio móvil de micropropagación del país —y probablemente del mundo—.

Pasamos de 5 millones, a poco más de dos”, afirma Sharma, tocando una de las paredes blancas del tráiler.

Desde ahí, se pueden clonar hasta 100 mil plantas al año.

Queremos que los jóvenes del campo vean esto y piensen: yo también puedo. No necesitas un laboratorio gigantesco, necesitas ideas”, sostiene.

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