El mercado mundial del aceite de oliva atraviesa un período peculiar que desafía la lógica tradicional de oferta y demanda. Aunque se proyecta una recuperación significativa en la producción global para la campaña 2024/25, los precios internacionales continúan elevados. Este fenómeno responde a la lenta recomposición de las existencias tras dos campañas marcadas por sequías extremas en los países mediterráneos, los gigantes históricos del sector.
Recuperación en la producción global
Un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) prevé que la producción mundial de aceite de oliva alcance los 3,1 millones de toneladas métricas, con la Unión Europea liderando el crecimiento tras recuperar los niveles previos a las sequías. En las campañas 2021/22 y 2022/23, España, Italia, Grecia y Portugal —responsables del 95% de la producción global— sufrieron drásticas caídas debido a las condiciones climáticas adversas.
Sin embargo, los precios internacionales, que llegaron a picos históricos de 9.000 USD/Tn, se han ajustado, estabilizándose en torno a los 5.485 USD/Tn para el aceite extra virgen, aún altos para los estándares históricos. Esta coyuntura favorece el consumo, con estimaciones de crecimiento del 18% en la Unión Europea y del 6% en Estados Unidos, el principal importador mundial del producto.
Argentina: calidad y desafíos en la competencia internacional
En este contexto, la industria olivícola argentina busca aprovechar los precios favorables para impulsar sus exportaciones a mercados clave como Estados Unidos, Italia, Chile y Brasil, además de otros destinos como Corea, Perú y Ecuador. No obstante, los productores enfrentan desafíos locales que podrían limitar su competitividad.
La ventaja de la producción argentina radica en el uso mayoritario de riego de pozo, que permite un mayor control sobre la calidad y el volumen cosechado, en contraste con el riego por secano predominante en el Mediterráneo. Según José Hilal, presidente de la Federación Olivícola Argentina, esta capacidad de manejo es crucial para sostener la calidad del producto, aunque implica costos elevados de electricidad que afectan la rentabilidad.
Clima y calidad: factores determinantes
El clima, una variable crítica para el éxito de cada campaña, ha presentado desafíos y oportunidades. En Mendoza, por ejemplo, los productores enfrentan fenómenos como el Zonda, que puede arrasar con las flores de los olivos y reducir el rendimiento. Sin embargo, la región sigue destacándose por la calidad de sus aceites, con Olivícola Laur posicionándose como líder mundial en rankings de calidad durante tres años consecutivos.
Carlos Saez, gerente de Olivícola Laur, destaca la estrategia de enfocarse en productos fraccionados de alta gama en lugar de competir en volumen, una táctica que resalta la fortaleza del aceite argentino en términos de sabor y cuidado en la producción.
Perspectivas hacia 2025
Con la campaña actual en desarrollo, el resultado final dependerá en gran medida de las cosechas en los países mediterráneos. Si bien la industria local enfrenta desafíos estructurales, como la falta de políticas de incentivo y altos costos de insumos, las expectativas para 2025 son optimistas.
La capacidad de Argentina para consolidar su presencia en el mercado global dependerá de su habilidad para sortear los obstáculos internos, aprovechar las condiciones climáticas y mantener la calidad que le ha ganado reconocimiento internacional. Ante un escenario de precios altos pero inciertos, el país se encuentra en una posición estratégica para capitalizar las oportunidades del mercado global del aceite de oliva.