Una historia de riqueza, riesgo y matemáticas

Desde los albores del capitalismo, una regla básica ha dominado el mundo financiero: quien quiera enriquecerse debe estar dispuesto a asumir riesgos. Sin embargo, en el siglo XX, un grupo de académicos comenzó a cuestionar esta premisa fundamental. ¿Y si existiera una fórmula matemática capaz de romper esa regla? ¿Y si fuese posible volverse increíblemente rico sin asumir ningún riesgo? Así nació la “Fórmula de Midas”, una ecuación que prometía lo imposible: eliminar el riesgo de las inversiones.

La búsqueda de este santo grial financiero comenzó en la década de 1930, cuando un grupo de académicos decidió comprobar si los corredores de bolsa realmente podían predecir el comportamiento de los mercados. En un experimento revelador, eligieron acciones al azar lanzando dardos a una página del Wall Street Journal. Al final del año, esas elecciones aleatorias superaron las predicciones de los mejores expertos de Wall Street. Este descubrimiento fue revolucionario: los precios de las acciones eran totalmente aleatorios, lo que hacía imposible predecir el mercado con precisión.

La reacción de los corredores de bolsa fue de indignación, pero para los académicos, este descubrimiento fue una señal. Si los mercados eran aleatorios, entonces las matemáticas, que ya se usaban para estudiar fenómenos impredecibles como el clima, podían ofrecer una solución. Así comenzó la búsqueda para controlar los mercados usando el poder de las ecuaciones.

El verdadero avance llegó en 1955, cuando el economista Paul Samuelson redescubrió un antiguo texto de Louis Bachelier, un estudiante francés de principios del siglo XX. Bachelier había sido el primero en aplicar un modelo matemático para entender el comportamiento de los mercados. A pesar de notar que los precios se movían de manera aleatoria, había propuesto un instrumento financiero especial para combatir el riesgo: las opciones.

Una opción es un contrato que otorga el derecho, pero no la obligación, de comprar o vender una acción en una fecha futura a un precio acordado. En teoría, esto permitía a los inversores protegerse de las caídas repentinas en el precio de una acción. Sin embargo, había un problema: nadie sabía cómo calcular el valor exacto de una opción.

La Fórmula de Black-Scholes: El Santo Grial de las finanzas

Durante la década de 1960, académicos de todo el mundo intentaron resolver el problema de fijar el precio de las opciones. Fue en 1968 cuando los economistas Myron Scholes y Fischer Black hicieron un descubrimiento clave. En lugar de enfocarse en aspectos emocionales o subjetivos como la confianza de los inversores, decidieron simplificar las ecuaciones, eliminando todas las variables no cuantificables. Lo que quedó fue una fórmula elegante basada en cinco factores: el precio actual de la acción, su volatilidad, la duración del contrato, la tasa de interés y el nivel de riesgo.

El mayor desafío era cómo gestionar el riesgo. Para resolverlo, Scholes y Black idearon la “cobertura dinámica”, un método para equilibrar un portafolio de tal manera que cualquier cambio en el mercado se compensara por otro movimiento inverso, eliminando así el riesgo. Aunque el concepto era complejo, el resultado fue una fórmula que permitía calcular el precio de cualquier opción en cualquier momento.

El despegue y la gloria

La fórmula de Black-Scholes transformó los mercados financieros. Los corredores de bolsa la adoptaron rápidamente, programándola en sus calculadoras y usando los resultados para tomar decisiones en tiempo real. Lo que inicialmente fue concebido para fijar el precio de opciones, se extendió para cubrir una amplia gama de instrumentos financieros, dando origen a un universo de derivados complejos.

El éxito de la fórmula fue tal que, en 1997, Myron Scholes y Robert Merton (quien refinó la fórmula original usando el concepto de tiempo continuo) recibieron el Premio Nobel de Economía. Su trabajo no solo había revolucionado la teoría económica, sino que había creado un puente entre la academia y el mundo real de las finanzas.

Sin embargo, la historia de la Fórmula de Midas no es solo una historia de éxito. En 1994, Scholes y Merton decidieron fundar su propia firma de inversión, Long Term Capital Management (LTCM), utilizando los principios de la fórmula para realizar apuestas enormes en los mercados financieros. Durante los primeros años, LTCM tuvo un éxito espectacular, generando rendimientos extraordinarios para sus inversores. Pero en 1998, todo cambió.

Una crisis económica en Asia y la decisión de Rusia de no pagar su deuda internacional hicieron que los mercados se comportaran de manera impredecible, algo que los modelos de LTCM no habían previsto. En cuestión de semanas, la empresa perdió miles de millones de dólares. Para evitar un colapso global, la Reserva Federal de Estados Unidos tuvo que intervenir, organizando un rescate financiero que evitó el colapso de LTCM, pero que marcó el fin de su breve pero espectacular historia.

A pesar del colapso de LTCM, la fórmula de Black-Scholes sigue siendo utilizada a diario en los mercados financieros. Aunque no es infalible, sigue siendo una herramienta clave para gestionar el riesgo y fijar precios en una variedad de contratos financieros. El sueño de eliminar completamente el riesgo puede haber sido una ilusión, pero la combinación de matemáticas y finanzas sigue siendo una poderosa fuerza en el mundo moderno.

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