El creciente fenómeno de los cigarrillos electrónicos, también conocidos como vapeadores, ha encendido las alarmas en México. A pesar de la regulación gubernamental sobre estos dispositivos, su popularidad ha ido en aumento, especialmente entre los adolescentes.

Este fenómeno plantea serias preocupaciones de salud pública y ha desencadenado debates sobre la ética de la industria del tabaco.

Los cigarrillos electrónicos son dispositivos alimentados por baterías que calientan líquidos para producir vapor inhalable. Aunque se promocionan como una alternativa más segura al tabaco tradicional, su impacto en la salud está lejos de ser inocuo.

La nicotina, componente adictivo del tabaco, se encuentra en los vapores inhalados, junto con sabores y toxinas, incluidas aquellas relacionadas con el cáncer. A pesar de ser regulados como productos de tabaco, estos dispositivos han ganado popularidad entre los jóvenes mexicanos. Una encuesta de la Comisión Nacional contra las Adicciones revela que 975 mil personas de 12 a 65 años utilizan vapeadores, y cinco millones los han probado en alguna ocasión.

La Dra. Ana Beatriz Moreno Coutiño, de la Facultad de Psicología de la UNAM, destaca la preocupante estrategia de las tabacaleras al dirigir sus campañas de vapeo hacia adolescentes, una población vulnerable. Señala que la edad de inicio del consumo de tabaco y cigarrillos electrónicos es sorprendentemente temprana, alrededor de los 10 y 12 años, respectivamente.

La accesibilidad es un factor clave en el aumento del uso de vapeadores entre los jóvenes. Estos dispositivos, con costos relativamente bajos, están disponibles en puestos callejeros, máquinas expendedoras en centros comerciales y plataformas de entrega de alimentos, a pesar de ser ilegales en el país.

La problemática va más allá de la nicotina. Los líquidos vaporizados contienen compuestos como el propilenglicol y la glicerina vegetal, que aumentan la irritación de las vías respiratorias. Además, el formaldehído, una sustancia cancerígena, puede formarse si el líquido se sobrecalienta.

La Dra. Moreno Coutiño denuncia una industria sin ética que introduce sustancias nuevas sin conocer completamente su impacto. Señala que se están utilizando químicos que emulan la actividad de cannabinoides, convirtiendo a los consumidores en “conejillos de indias” de productos de bajo costo, mayoritariamente provenientes de China.

Ante esta situación, la COFEPRIS emitió una alerta máxima de salud en México, destacando los riesgos asociados con la inhalación de sustancias como el acetato de vitamina E, vinculado a enfermedades respiratorias agudas y, en casos extremos, a la muerte.

La Dra. Guadalupe Ponciano Rodríguez, coordinadora del Programa de Investigación y Prevención del Tabaquismo, señala que los vapeadores dividen sus productos en sistemas con nicotina, sin nicotina y alternativos para el consumo de nicotina. Destaca la falta de conciencia sobre la cantidad de nicotina que se introduce en el organismo, especialmente en productos como los pods, que pueden contener hasta 60 miligramos, equivalente a tres cajetillas de cigarros.

La evidencia científica respalda la idea de que los cigarrillos electrónicos afectan negativamente los sistemas respiratorio, cardiovascular y reproductor. Además, aumentan el riesgo de malformaciones congénitas durante el embarazo y se asocian con varios tipos de tumores.

La desregulación emocional se ha identificado como un factor asociado al consumo, destacando la necesidad de abordar problemas como ansiedad, depresión y estrés para prevenir el inicio del consumo.

En conclusión, la creciente prevalencia de vapeadores en México es una preocupación urgente para la salud pública. Es imperativo que las autoridades refuercen la regulación y concienciación sobre los riesgos asociados con estos dispositivos, especialmente entre la población joven. La salud de las generaciones futuras depende de la acción inmediata y efectiva contra esta nueva amenaza para la salud pública.

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