La COP30 en Belém cerró con un compromiso central: triplicar la financiación destinada a la adaptación climática en países vulnerables. El resultado evitó el colapso de las negociaciones, pero excluyó cualquier referencia explícita a la eliminación progresiva de combustibles fósiles. El retroceso es claro respecto a los consensos alcanzados dos años antes.
Más de 80 países defendieron una hoja de ruta para abandonar fósiles, apoyándose en el acuerdo de la COP28. Petroestados y grandes consumidores bloquearon el lenguaje vinculante. La presidencia brasileña respondió con textos paralelos no adoptados por todos: una maniobra para registrar posiciones divergentes y preservar opciones para futuras cumbres.
El acuerdo incluye solo un planteamiento general sobre deforestación, sin compromisos verificables. La brecha entre ambición declarada y obligaciones efectivas aumenta.
Reacciones: Jennifer Morgan calificó el resultado como progreso funcional dentro del proceso multilateral, útil aunque insuficiente para la trayectoria de 1,5 °C. Jiwoh Abdulai destacó un cambio en la disposición de los países ricos a asumir cargas financieras adicionales. En contraste, Juan Carlos Monterrey Gómez denunció la omisión deliberada de la ciencia climática y la ausencia de compromisos forestales. Harjeet Singh señaló la disonancia entre los discursos del Norte Global y su resistencia a mecanismos financieros reparadores.
El balance: avance en financiación; estancamiento en mitigación estructural.





