Cada mañana, mujeres vestidas con hiyab y túnicas largas se adentran en las aguas turquesa de Zanzíbar para trabajar en sus granjas de esponjas marinas, una nueva fuente de ingresos que les ha permitido reconstruir sus vidas tras perder su antiguo sustento por el cambio climático.

El aumento de las temperaturas oceánicas, la sobrepesca y la contaminación han degradado progresivamente los ecosistemas marinos, afectando especialmente el cultivo de algas, una actividad que era esencial para las habitantes del pueblo de Jambiani, situado en este archipiélago tanzano.

Ahora, las mujeres apuestan por el cultivo de esponjas marinas, en el marco de un proyecto impulsado por la ONG suiza Marine Cultures.

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