Durante siglos, el volcán Taftán, en el sudeste de Irán, parecía un gigante dormido. Sus laderas erosionadas y fumarolas apagadas eran vestigios de una actividad que se creía extinguida. Sin embargo, recientes observaciones satelitales revelaron un dato inquietante: el coloso está despertando después de 700.000 años de inactividad.
De acuerdo con científicos de distintas universidades, el terreno alrededor del Taftán ha registrado un ascenso de casi nueve centímetros en menos de un año, una deformación imperceptible al ojo humano, pero evidente gracias a la tecnología InSAR, que permite medir movimientos milimétricos desde satélites.
El fenómeno sugiere que algo se agita bajo la superficie: gases o fluidos calientes que ejercen presión desde las profundidades. Lo más alarmante es que no se ha registrado una deflación posterior —es decir, el terreno no ha regresado a su nivel original—, lo que indica que la presión interna continúa acumulándose.
Los expertos creen que no se trata de una intrusión directa de magma, sino de una reactivación del sistema hidrotermal del volcán. Este proceso, aunque previo a una erupción mayor, podría derivar en explosiones freáticas, en las que el vapor y el agua caliente escapan violentamente, lanzando cenizas, gases y fragmentos de roca.
Ubicado en una zona de intensa actividad tectónica —donde colisionan las placas de Arabia y Eurasia—, el Taftán es una pieza clave para comprender la dinámica geológica de la región.
Por ahora, no se prevé una erupción de gran magnitud, pero los investigadores advierten que comunidades cercanas, como la ciudad de Khash, a unos 50 kilómetros del volcán, podrían verse afectadas por explosiones o emisiones de gases.
El despertar del Taftán no solo mantiene en alerta a Irán, sino que también recuerda una verdad fundamental: ningún volcán está realmente muerto. Muchos, incluso tras millones de años de aparente calma, conservan actividad en su interior, a la espera del momento en que las condiciones vuelvan a cambiar.
Para los científicos, este evento representa una oportunidad única para estudiar los procesos que anteceden al renacimiento de un volcán y cómo la tecnología moderna permite detectar los primeros signos de su despertar.





